La mujer era menor de edad ante la ley: estaba bajo la custodia de su padre o marido, y no disponía de ningún derecho. Se encargaba de la administración de la casa y de la educación de los hijos hasta los 7 años y de las hijas hasta su boda. Su función principal era la procreación de hijos.
No se les permitía acceder al mundo de la cultura, y su educación, que recibían sobre todo de su madre y de las nodrizas, era exclusivamente doméstica. Sin embargo, podían ser sacerdotisas y participar en las distintas procesiones, pues les estaba permitido participar asistir a las festividades religiosas. Aunque vivían recluidas en el hogar, si se lo podían permitir disponían de un gineceo en casa, una zona reservada sólo para mujeres.
El matrimonio era por conveniente, y tenía como finalidad la procreación. La diferencia de edad entre los cónyuges solía ser muy grande, siendo mucho menores ellas (podían tener 15 años menos que el marido). En caso de divorcio, el marido tenía que devolver la dote si había sido él el causante de la separación.
Existieron, no obstante, mujeres notables cuyos nombres han pasado a la historia:
Aspasia: Fue una mujer muy sabia a la que Pericles amó y por quien abandonó a su primera mujer. Tuvo una gran influencia sobre él.
Safo: Fue una poetisa aristócrata que estudió en la escuela de mujeres de la isla de Lesbos, donde se impartían enseñanzas artísticas tales como música, canto, danza, etc. Su poesía está llena de sensibilidad y feminidad, y constituye un canto al amor, a la nostalgia y a la vida.
Semónides de Amorgos: Fue autora de un famoso poema en el que compara irónicamente los distintos tipos de mujeres con animales.
Las mujeres espartanas disfrutaban de mayores libertades que las atenienses. Participaban de la vida social y practicaban mucho deporte. También podían asistir a las fiestas públicas y a los juegos Olímpicos, aunque sin participar.
Gracias a la literatura griega, y aunque nos transmita una imagen generalmente negativa de ellas, conocemos la existencia de mujeres como Helena de Troya, Penélope, las Amazonas, Pandora, etc.
Tampoco cabe olvidar a las heteras -quienes acompañaban a los hombres en las reuniones de sociedad a cambio de dinero- y a las concubinas -amantes estables que podían ser acogidas en casa; se les exigía fidelidad, y sus hijos podían ser reconocidos, siempre tras los hijos legítimos.
Más información: La mujer en la Antigua Grecia
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