En Grecia, la historiografía nació a partir del logos (λόγος), interpretación racionalista de las leyendas que tomaba como base hechos reales. De entre los logógrafos, antecesores de los historiadores que durante el siglo VII a.C. comenzaron a narrar viajes, aventuras, etc., cabe mencionar a Hecateo de Mileto, que inició una crítica de las fuentes de información.
Un siglo después, Heródoto, llamado padre de la historia por Cicerón, dio lugar al nacimiento de la historiografía. En su obra Historias, dividida en 9 libros dedicados a las 9 musas, relata los enfrentamientos entre griegos y persas en las Guerras Médicas. Heródoto dota a su obra de gran dramatismo y abundantes digresiones sobre la cultura de distintos lugares, pero también de ausencia de crítica de las fuentes, de mínimas explicaciones políticas y de un gran protagonismo de los dioses.
Tucídides, considerado el mejor historiador griego, destacó por ser un pensador político, y no místico-religioso. En La Historia de la Guerra del Peloponeso, en la que participó como estratego, se aprecia su búsqueda de la verdad mediante la razón -influencia de los sofistas y de la medicina hipocrática- . Además, destaca la inclusión de los discursos de los personajes y el valor paradigmático de la historia.
Descendiente de una familia de caballeros y discípulo de Sócrates, Jenofonte escribió una amplia obra, en la que destaca: La Anábasis, Las Helénicas, Ciropedia y La Apología de Sócrates. Sin embargo, debido a la poca profundidad en el análisis de las causas y consecuencias y a la confusa lógica interna de sus narraciones, se le estima más como escritor que como historiador.
Pasando a analizar a los historiadores griegos de la época romana, encontramos a Polibio (siglo II a.C.), que fue llevado a Roma como prisionero de guerra. En sus Historias, obra de 40 y de la que sólo se conservan los 5 primeros, relató los acontecimientos de su época con gran veracidad, lo que hace a su estilo menos atractivo. Sin embargo, se le debe el asentamiento de las bases de una historia universal, ya que con la inclusión de Roma en la historiografía, invitó a reflexionar sobre los distintos sistemas políticos de los pueblos.
Plutarco (siglo I-II d.C.), educado en Atenas y elegido posteriormente arconte, viajó por todo el Imperio Romano, hecho que se presenta en su obra como una fusión de las dos culturas. En Las vidas paralelas, Plutarco expone parejas de biografías históricas, una griega y una romana, que compara con el fin de extraer una enseñanza moral. Cabe destacar la citación de las fuentes y su gusto por la anécdota para caracterizar a los personajes.
Shakespeare partió de algunas obras de Plutarco para escribir las suyas, inspiradas en el mundo romano.
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